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martes, 5 de noviembre de 2013

En los laberintos del bullying

El bulling, como síntoma de opresión/denigración hacia el más débil, se ha instalado en nuestras instituciones educativas, y su presencia se ha convertido en un hecho habitual. Alguien ha...

Por Horacio Tabares (*)
El bulling, como síntoma de opresión/denigración hacia el más débil, se ha instalado en nuestras instituciones educativas, y su presencia se ha convertido en un hecho habitual. Alguien ha recordado que no es un fenómeno nuevo en el aula, pero lo singular de la actual situación es la densidad y ferocidad con la que se manifiesta.

Lo que se denomina bullying alude a cualquier forma de maltrato, ya sea físico, o simbólico, generado entre escolares, reiteradamente y durante un cierto período. El o las/os agresoras/os cuentan a menudo con el silencio, la indiferencia, o las complicidades de otras/os compañeras/os. La víctima, generalmente indefensa, sufre las consecuencias psicológicas, de estos ataques reiterados, ejercidos desde el poder de la fuerza.

Tanto las crónicas periodísticas, como las experiencias de cotidianeidad docente, nos enfrentan con esta problemática, donde las dimensiones de las violencias parecen no tener límites. Es el desprecio, el insulto soez, el mote denigratorio, pero hoy es mucho más que el enfrentamiento discursivo lo que está en juego. Es que en estos difíciles tiempos aparecen chicos que no vacilan, a la hora de someter al otro, a apelar a chuzas, navajas o incluso, armas de fuego.

Para comprender esta explosión de violencias salvajes, que recorren nuestra sociedad, y que permean en las instituciones, particularmente las educativas, hay que recorrer no menos de 50 años de nuestra historia, con sus opresiones, sufrimientos, desencuentros e injusticias.

Pichón Riviere, maestro de la psiquiatría social, nos explicó en su modelo de "ámbitos de determinación de la conducta", que esta no es sino un emergente de relaciones complejas, donde lo social, lo más abarcativo, condiciona dialécticamente a las estructuras subordinadas, entre ellas a los comportamientos humanos.

Es que las sucesivas rupturas del orden constitucional, para instalar inhumanas dictaduras que sirvieron al privilegio e impusieron a sangre y fuego el capitalismo corporativo, con privatizaciones salvajes, liquidación del gasto social, desocupaciones masivas y congelamientos salariales, han dejado marcas profundas en el tejido social.

Entre tantas cuestiones, erosionaron las tramas familiares, principal sostén de las subjetividades más jóvenes, arrojando al desamparo afectivo, simbólico y material a miles de pibes que crecieron y crecen en la desesperanza y en la imposibilidad de soñar algo distinto a su mera cuota de miseria actual. Es allí donde las "drogas", fuente de colosales ganancias y letales corrupciones por parte de las corporaciones, aparecen ofreciendo un atractivo, pero fugaz escape a los dolores. Anclan en todas las clases sociales, pero tienen efectos letales en los más excluidos y marginados. Allí donde las agencias narcocriminales ofrecen algo con lo cual esta sociedad no puede competir: la identidad de ser "alguien" con su conchavo de soldadito, y un ingreso que no se equipara a ningún "plan social". A propósito, un amigo y estudioso de estos temas, nos traía las palabras de uno de esos chicos entrevistados, que con sus 17 años a cuesta le decía: "yo estoy jugado, sé que no llego a los 20 años, así que nada me importa ni me asusta, ni la muerte para esta puta vida". Otro acusado de ser uno de los autores de los tantos crímenes mafiosos que nos han conmovido últimamente, decía en declaraciones a un periódico local: "Los pibes de ahora no resuelven sus problemas a las piñas, te queman a cuetazos"

En estos contextos, conflictivos y violentos, donde debe ubicarse el fenómeno del bullying. Que insistamos, no es una cuestión privativa solo de los pibes. Leemos en un titular de Clarín, del 05/10/13, "Un grupo de padres impidió a golpes que un chico entre a clase" Atacaron al papá del nene cuando intentaba dejarlo en el colegio. Dicen que lo hicieron porque el alumno agredía a sus hijos y desde marzo las autoridades educativas no les daban una solución. ¡Ejemplar modelo el de estos adultos para resolver el bullying !

Por cierto que no es de esta manera que debemos abordar esta cuestión. Las violencias solo podrán atenuarse en una sociedad más justa, equitativa e igualitaria. De mayor respeto por las diferencias y por el otro. Donde rijan principios solidarios y cooperativos, donde el hombre no sea un lobo de sus semejantes. Mientras, la escuela debe capacitar a docentes, estudiantes y familiares para abordar estas problemáticas, gestando espacios de participación y tolerancia. Se deben instalar dispositivos institucionales, constituidos por docentes, estudiantes y padres, para que diseñen y lleven adelante iniciativas concretas que tiendan a minimizar estos comportamientos, y sus dolorosos efectos.

(*) Docente // La Nación.-

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