
Muchas y tantas cosas he recibido en los últimos meses, muchas y tantas descarté, muchas no habría deseado dedicar un minuto de mi vida a leerlas, y otras tantas son excelentes y siguen actuando de fortalecedor (ante la gran debilidad que el alma muchas veces siente)...
Éste texto de Alejandro Palomas, es uno de esos mensajes que no puedo dejar de publicar en menos de un minuto, porque cuando uno toma el rol de "acompañante" es de por vida, es para siempre, es sin recreos, es sin vueltas, es sin "peros", es sin "pagos", es sin esperar nada a cambio; y muchos no lo entienden,un pequeño, pequeñísimo porcentaje de seres cercanos antes de la realidad actual, se mantienen cerca a partir de ésta realidad...
Uno juega a un torero ciego, que enfrenta un toro rabioso y enorme (la vida cotidiana), y aprende a seguir adelante, haciendo de cada paso (el día a día), la única posibilidad, nada a proyectar, más a allá de hoy...
A quién se acompaña se lo hace desde el amor más profundo, y un logro, una mirada, un avance, borra toda angustia y toda pérdida previa...
No se imagina la vida sin ese ser a quien se ama y acompaña y sostiene y contiene, uno dedica su vida al nuevo rol y nunca se arrepiente de hacerlo...
¿Acaso si existiera arrepentimiento en la compañía, existiría amor verdadero?
Ninguno está lejos de padecer, y en el mientras no nos toque en el reparto, hay que sostener y contener a quien sufre...
Gracias Alejandro Palomas por lo escrito!!!
Mabel.-
Recordando a los que están
Este homenaje va pues para los padres, las madres, los hermanos y hermanas, las parejas y los amigos que apoyan, sufren, refuerzan, velan y atienden a las víctimas de la enfermedad mental que la vida les ha puesto en el camino.
Autor: ALEJANDRO PALOMAS
Mi post de hoy quiere ser un recordatorio y también un homenaje a todos aquellos (hombres y mujeres) que acompañan a diario -y en muchos casos desde la infancia- a los millones de personas que sufren algún tipo de enfermedad mental. Tan solo en España, los datos oficiales barajaban recientemente (en cifras publicadas por el Ministerio de Sanidad) 400.000 enfermos mentales severos crónicos y apuntaban a que una de cada cuatro personas sufriría algún trastorno mental más o menos grave que requeriría ayuda profesional a lo largo de su vida.
Quisiera, en un mes como este, volver la vista a un colectivo que, sin serlo oficialmente (y sin haber sido reconocido como tal), vive en gran medida entregado a la gestión del acompañamiento, sumergidos en una labor para la que no existen vacaciones, ni descanso, ni muchas veces alivio. Y cuando hablo de “acompañamiento” no me refiero a la compañía profesional ni a la que brindan las instituciones (enfermeras, médicos, centros de día, instituciones sin ánimo de lucro, voluntarios…), sino a los seres humanos que viven en compañía de un enfermo mental al que les une un lazo familiar o un vínculo emocional que, como ocurre con muchos otros, se renueva a diario –se refuerza a diario-.
Este homenaje va pues para los padres, las madres, los hermanos y hermanas, las parejas y los amigos que apoyan, sufren, refuerzan, velan y atienden a las víctimas de la enfermedad mental que la vida les ha puesto en el camino. Mi homenaje va para los invisibles, los que aguardan en las salas de espera de los hospitales de día a que niños, adolescentes y adultos de todas las edades aprendan a gestionar con normalidad una realidad salpicada de minas, amenazas y sombras que para ellos es, muchas veces, sinónimo de un sufrimiento insuperable. Mi voz está hoy con los que conviven con la enfermedad mental sin participar de ella, sin juzgarla, gestionándola desde la intuición –algunos con más recursos, otros con lo poco o mucho que da el cariño- y dando a diario una lección de entereza y de claridad emocional que yo admiro y que, a día de hoy, me paraliza por potente, por vital.
Ahí fuera –muchas veces ocultos de los ojos de esa gran mayoría que somos todos y todavía aparcados, estigmatizados, ensombrecidos y arrinconados porque sigue vivo el miedo y el rechazo a cualquier manifestación de enfermedad- hay un mundo de millones de personas que viven por dos, desdoblados. Son hombres y mujeres cuya cotidianidad está en gran parte dedicada a normalizar el día a día de un ser humano con el que de un modo u otro conviven: gestores emocionales de primera clase que se baten el cobre con lo más inmediato y a los que no vemos porque es más fácil reconocer y evitar al enfermo mental que admirar a aquellos que dedican gran parte de su energía a mimarlo, a cuidarlo y a velar por integrarlo en una realidad que sigue agrediéndolo, castigándolo muchas veces con más dureza que la que teme encontrar en el laberinto de su propia enfermedad.
Hoy quiero recordar a quien se apuntala contra la enfermedad mental y da su apoyo incondicional al enfermo. A quien no le tiene miedo porque el amor que siente por él puede con eso y con mucho más.
Sé que estáis ahí y que a veces –muchas- cuesta y duele seguir.
Sois grandes maestros. De todos. Gracias.
Sobre Alejandro Palomas (1967): Es escritor, guionista y conferenciante. Autor, entre otras, de las novelas Tanta vida (MR Ediciones) y El secreto de los Hoffman (Plaza y Janés), suya es también la obra de reflexión emocional El cuaderno del mago (Donde aguarda la felicidad) en MR Ediciones.
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