
En Madrid, temor y el recuerdo de los traspiés de la Argentina
"Siempre viene bien tener a mano a los argentinos, porque son expertos en naufragios"
Jorge Fernández Díaz Enviado especial MADRID.-
'Al fin, España se ha convertido en la Argentina', dice un viejo periodista español en el legendario Café Gijón, de Madrid. Cae la tarde y habla con una mezcla de tristeza e ironía. Está exagerando, pero de algún modo me lee la mente. Por la mañana, un piquete de jardineros públicos había cortado avenidas importantes y la ciudad se transformó en un caos. Al taxista peruano que me llevaba se lo notaba fastidiado: crece el descontento y los cortes se hacen costumbre. Yo le había preguntado qué le parecían las declaraciones de Rodríguez Zapatero sobre el drástico ajuste y la reacción de los sindicatos. El peruano fue bastante sincero: 'Por ahora, los sindicatos son relativamente suaves porque se trata de un gobierno socialista. Para estas faenas me parece que es más diligente el Partido Popular, tío. Ellos tienen más vocación para el tijeretazo'. Un presidente que negó la crisis y que hizo campaña aumentando el gasto social tiene que volver sobre sus pasos, tragarse sus discursos y llevar a cabo una cirugía sin anestesia. Hay algo cruel en este destino: la izquierda hace el trabajo de la derecha. Y los del PP se regocijan: apoyan el ajuste que ellos mismos pedían y festejan la incomodidad del presidente. La política de la mala leche no es patrimonio argentino; simplemente, la heredamos junto con el idioma. Por la noche, hasta el Gran Wyoming -una mezcla de Pettinato y Pergolini, aunque de inclinación socialista-, se lamentó por tener que 'regañar' esta vez al presidente, a quien mostró en su satírico programa nocturno de TV en un viejo acto de campaña asegurando a viva voz que el ajuste no lo pagarían los pobres. Los socialistas de a pie no piensan que el presidente esté violentando un postulado ideológico. No vale de nada el juego discursivo de izquierda y derecha cuando se quema el rancho. Esta conciencia nacional aleja a España de la Argentina, donde Menem ignoró el déficit endeudándose astronómicamente durante años, y donde Kirchner lo sigue ignorando manoteando cajas y dineros internos para sostener el despliegue. La sociedad argentina, frente a estas afrentas a la racionalidad económica, suele ser indolente: gastemos lo que haya antes de que se caiga el mundo, o vivamos con lo que se pueda hasta la próxima crisis. Tanto socialistas como conservadores, escritores y taxistas, amas de casa y carpinteros de España, tienen la seguridad de que durante los últimos doce años se han transformado en compradores compulsivos y que el cartero llama dos veces. Entraron en Europa con ánimo consumista, se endeudaron hasta el cuello y el Estado gastó a cuenta. Al revés que los argentinos, siempre proclives a crear enemigos ajenos, los españoles aceptan que los han perjudicado los tiburones financieros, pero saben que esas bestias sólo te pueden comer si te caíste del barco. Y eso quiere decir que España resbaló de la cubierta. Así de simple. Estar en la eurozona implica muchas ganancias. Los españoles se beneficiaron al principio con esa fiesta de consumo, donde todos se endeudaban sin miedo. Pero el grupo del euro termina con los festejos si le llueve la terraza. Y ahora graniza. Hay un compromiso supranacional respecto de la inflación y el déficit. Cuando esas metas no se cumplen, los socios imponen la ley: estamos en el mismo barco y podemos hundirnos si unos cuantos violan las reglas. Esta moneda única hace acordar al cambio fijo de la convertibilidad: los países miembros no pueden devaluar, ni licuar vía inflación ni echar mano de las reservas para tapar el déficit. Todos esos trucos están prohibidos, y a nadie se le ocurre que pueden usarse.Porque mucho peor que estar dentro del euro sería estar fuera de él. España tiene un déficit público de 11 puntos, y entonces no puede inventar cucos ni conspiradores. Algunos economistas comenzaron a especular con que el gobierno español, para hacer un guiño a la izquierda, aplicaría eventualmente un impuesto a la clase media alta y alta. Yo no puedo con mi genio y le cuento a mi amigo, el reportero del Café Gijón, lo que sucedió cuando la Alianza, en un acto supuestamente progresista, metió un impuestazo en medio de una recesión para que los pobres no fueran los únicos que pagaran el desatino financiero. 'Espero que no lo repitan aquí -le digo santiguándome-. Porque aquellos pequeños burgueses a los que les metieron la mano en el bolsillo se volvieron más austeros que nunca. Dejaron de ir a restaurantes, de comprar ropa y libros, tomar taxis y cambiar el auto. Y los pobres terminaron más pobres de lo que eran.' Mi amigo me dice que ese impuestazo no se aplicará en España. Pero bromea conmigo: 'Siempre viene bien tener a mano a los argentinos, porque son expertos en naufragios'. LA PEOR CRISIS EN CASI 100 AÑOS BERLIN (AP).El presidente del Banco Central Europeo (BCE), el francés Jean-Claude Trichet, dijo que la economía de Europa atraviesa su peor crisis desde la Segunda Guerra Mundial e incluso desde la Primera, que empezó en 1914. 'Hemos vivido y vivimos tiempos verdaderamente dramáticos', afirmó a la revista alemana Der Spiegel. Trichet dijo que la semana pasada, a causa del viento de pánico que sopló sobre las Bolsas europeas, se llegó a un momento en el que 'los mercados ya no funcionaban', como ocurrió al momento de la quiebra de Lehmann Brothers en 2008.
Fuente: www.lanacion.com.ar
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