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jueves, 18 de marzo de 2010

Depresión y Melancolía

La depresión normal es la respuesta (reactiva) a la desaparición de un valor por la pérdida de objeto, y su expresión psicológica es la tristeza. La melancolía es una reacción, desde lo endógeno, a la desaparición de valores por desafectación masiva de objetos y su expresión psicológica es la indiferencia. Las depresiones endoreactivas, siempre patológicas, son una mezcla donde la pérdida de un objeto desencadena lo endógeno que está como disposición, desafectando otros objetos que no se han perdido. La tristeza, en estos casos, tiene que ver con lo reactivo, y la desesperanza y sensación de derrota, con lo endógeno. La manía, contrapolo de la melancolía, es la afectación masiva de objetos, de forma tal que por un mecanismo distinto al de la melancolía se llega a resultados parecidos: indiscriminación de objetos, lo que resulta en apragmatismo e improductividad. Pensamos que puede tomarse a la pérdida de la totalidad de los valores por desafectación masiva de los objetos como el núcleo central de la depresión melancólica, del cual puede derivarse, sin violencia, todo el cuadro sindromático. La indiferencia, que es la incapacidad de distinguir en un mundo sin jerarquías, como síntoma principal; la ausencia de proyectos, que se cimentan en un mundo de valores; la pérdida de la voluntad, a cuyo servicio se pone la motilidad en tanto algo “valga la pena”; la desesperanza, en tanto tener esperanza es esperar en el futuro la concreción de un bien valioso. La falta de afectos quita color y calor a los objetos y a la vida misma.
La anticipación, entendida como la capacidad del hombre de adelantar su futuro utilizando su imaginación creadora, puesta al servicio de una voluntad que se orienta en un mundo de valores, se halla limitada o perdida en el melancólico. Este síntoma ha sido considerado nuclear por algunos autores. Nosotros pensamos que es un desprendimiento lógico y normal de lo que es ciertamente fundamental. Si los valores orientan a la acción, su ausencia determina la quietud, la parálisis, el no movimiento. El melancólico no se mueve, ni en su espacio físico ni en su espacio temporal. Tiende a la quietud. Los valores son el carbón que alimenta la caldera de las motivaciones y de la acción. La falta de anticipación, como la falta del deseo, son secudarias y consecuencias lógicas de la pérdida total de valores por masiva desafectación de objetos.
No existe un continuo entre la depresión normal y la melancolía, ya que obedecen a mecanismos psicogénicos distintos. La diferencia también es notable en los distintos cuadros neuroquímicos que presentan a nivel de los neurotransmisores. También aportan a esta distinción la no respuesta de las depresiones normales a la acción de los medicamentos antidepresivos y la mejor respuesta a los mismos en tanto mayor sea el componente de endogeneidad del cuadro. La fisiología, la fisiopatología y la terapéutica avalan con su cuota de verdad la distinción que hace la semiología. Pensamos entonces que el mecanismo psicopatogénico de la depresión patológica es la desafectación masiva de objetos. Que su síntoma principal es la indiferencia. Que es un trastorno de la afectividad, no en tanto se exprese con afectos, sino porque no existen debiendo existir, así como una parálisis es un trastorno de la motilidad aunque no haya movimiento.

Psicogenia y patogenia de la depresión
Carlos G. Pereyra

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