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jueves, 25 de febrero de 2010

Más opiniones de la Psicología Social


La “des-disciplinación” de la Psicología social
T. IBÁÑEZ

Todos sabemos que, si bien es cierto que la Psicología social no arranca desde un punto de origen especificable (pero ningún objeto social tiene semejante punto de origen), también lo es que dicha disciplina se fragua a lo largo de un período histórico que se presenta como más o menos dilatado según el concepto que se tenga de la Psicología social. Ahora bien, ni la Psicología social estaba preinscrita en lugar alguno, aguardando el momento de su lento y progresivo descubrimiento, ni su existencia actual resulta de necesidad alguna, ni, por fin, cabe considerar que esta disciplina constituye el desenlace anunciado de un proceso que tendía, teleológicamente, a su realización. De hecho, la Psicología social es el producto contingente de una historia que muy bien hubiera podido ser otra.

La fragmentación de la ciencia social que dio lugar a la autonomización de la Psicología social, entre otras disciplinas, como cuerpo de saberes específicos, se produjo como resultado de unas prácticas científicas fuertemente inspiradas por el credo positivista entonces dominante, y de unas condiciones sociopolíticas basadas en la maximización de los beneficios económicos. No hay ninguna lógica interna al propio proceso que nos lleve a mejorar nuestra inteligencia de lo social, que exija la existencia de una Psicología social en tanto que disciplina diferenciada.

Por supuesto, muchos de nosotros tenemos intereses corporativos, más o menos consolidados, que nos hacen desear el mantenimiento de la Psicología social, y que nos incitan a obrar para su expansión académica. Además, la propia dinámica de la relación “poder/saber” actúa para conseguir que, una vez instituida, cualquier disciplina tienda a perpetuarse, y a expandirse (a la vez que origina el nacimiento de nuevas disciplinas que brotan de su seno y emprenden una existencia autónoma: véase actualmente la Psicología política,ambiental, jurídica, etc.). Pero, a pesar de todo ello, no deberíamos hacer oído sordo frente a la razonable argumentación que propugna una recomposición de la ciencia social en pos de una mejor comprensión de los fenómenos sociales.

Para ser consecuentes con lo que constituye en definitiva nuestra única legitimación en tanto trabajadores intelectuales, es decir, la voluntad de contribuir al conocimiento de la “realidad” social, quizá debiéramos luchar a contracorriente, desestabilizando las fronteras disciplinares, y obrando para la superación de este producto social circunstancial que es la propia Psicología social. Paradójicamente, esta actitud representa quizás la mejor muestra de fidelidad a lo que constituye en definitiva la “razón de ser” autoproclamada de la disciplina en la que estamos ubicados.

Después de tan breve, e impresionista, introducción, que se ha limitado a esbozar algunas pinceladas con el ánimo de sugerir más que de intentar demostrar, no cabe por supuesto plantear conclusión alguna. Sin embargo, plagiando descaradamente un título afortunado de Thomas Kuhn, me gustaría recalcar que, en última instancia, la tensión esencial de la Psicología social contemporánea no es otra que la que se establece entre:


-Permanecer afincados en los esquemas del “ideal de inteligibilidad” que han guiado a la ciencia durante los tres últimos siglos, y que ha imprimido fuertemente su marca en la Psicología social estándar,
-o, por el contrario, proceder, simultáneamente, a una incesante deconstrucción crítica de los supuestos básicos que conforman dicho “ideal de inteligibilidad”, y a la construcción de un nuevo concepto de la ciencia, radicalmente post-empiricista, o, más generalmente, radicalmente post-moderno.


Ese es, a mi entender, el debate crucial que convendría potenciar y desarrollar con rigor para esclarecer la problemática de fondo con la que se enfrenta actualmente la Psicología social. Las demás cuestiones no pasan, en
este contexto, de constituir problemas relativamente accesorios, aunque merecedores, por supuesto, de atención crítica. En este sentido, el libro que el lector tiene entre sus manos en este preciso momento constituye un excelente punto de partida, y una excelente aportación para adentrarse en las dificultades, pero también en los placeres, del pensamiento crítico.

Ya para terminar, me permitiré proponer al lector una pequeña “caja de herramientas” bibliográfica que puede ayudarle, por lo menos así lo espero, a profundizar en el cuestionamiento crítico de muchas de las “evidencias recibidas”, incluidas las que se han deslizado en mi discurso.



BIBLIOGRAFÍA

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