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domingo, 22 de junio de 2008

Psicólogos Sociales, ¿Para qué?


Ana P. de Quiroga

del libro "Enfoques y perspectivas en Psicología Social. Desarrollos a partir del pensamiento de Enrique Pichón Riviere"


Pareciera que la pregunta que nos convoca: Psicólogos Sociales ¿para qué?, no sólo ha promovido en nosotros una reflexión acerca de la inserción social de nuestro rol, sino que ha sido una oportunidad para reencontrarnos con un lenguaje silenciado durante años y para muchos hoy olvidado cuando no decididamente revisado: el lenguaje que habla del compromiso ideológico-político de quién trabaja en salud mental. El lenguaje de quien articula conceptos como dependencia, liberación, relación y lucha de clases en la problemática de la salud.

En lo que aquí se ha expuesto, el "para qué", ha remitido en forma casi inmediata al "para quién", al "dónde" y al "por qué" de nuestra tarea. Y remite también a un "cómo" es ejercida esa función, al planteo de una metodología de trabajo que en distintos campos de operación busca ser coherente con ese "para qué", ese "para quién" y ese "donde".

¿De dónde surgen éstas coincidencias que parecen homogeneizarnos aún en la heterogeneidad de perspectivas y experiencias que aquí se han vertido? Creo que la respuesta a ésta pregunta debemos buscarla en la génesis histórica que tiene entre nosotros el rol Psicólogo Social, y fundamentalmente en la concepción de hombre que subyace a nuestra práctica. Concepción del hombre que define el criterio de salud orientador de nuestra tarea.

Hablamos de una génesis histórica y ésto nos lleva a remontarnos a los orígenes de éste rol, que no nace en una isla, en un lugar de privilegio, sino que surge en un hospital psiquiátrico, en una institución asilar, lugar de marginación cuya estructura devela por sí misma la significación que los hombres, sus necesidades y sufrimientos tienen para éste sistema social. Nace éste rol como intento de romper con las modalidades instituídas de comprender y abordar la enfermedad mental. Nace entre nosotros cuando en la década del '40, Enrique Pichón Riviere descubre que existen relaciones de determinación recíproca entre mundo interno y mundo externo, cuando visualiza como causantes de la enfermedad no sólo procesos intraosíquicos, sino también porcesos intersubjetivos, que determinan la intrasubjetividad. Ésto lo llevará a afirmar la eficacia del vínculo, de las relaciones reales, de la interacción, en la configuración de toda conducta, normal o patológica.

La Psicología Social, como teoría y con ella la función del Psicólogo Social, se configura entre nosotros cuando el sujeto es comprendido como un ser socialmente determinado, emergente de una complejísima red de vínculos y relaciones sociales. El rol que hoy ejercemos comienza a delinearse cuando Enrique Pichón Riviere, en su servicio, abre un espacio para el protagonismo de sus pacientes, para la asunción de roles sociales operativos e instrumenta la producción grupal como herramienta terapéutica, en la búsqueda de crear condiciones para que surjan nuevas formas de relación entre sujeto y contexto, para qué ésta sea una relación de aprendizaje, de creatividad, de transformación recíproca. En éste momento de rúptura y salto cualitativo en la experiencia clínica y en la conceptualización de Enrique Pichón Riviere, ruptura y salto que él definirá como un pasaje del Psicoanálisis a la Psicología Social. Esa ruptura y ese salto lo llevarán a extyender su práctica y su reflexión, iniciada en el campo de la clínica y de la formación de terapeutas, el ámbito institucional y comunitario...

...Mencionábamos al comenzar como elemento coherentizador de lo que aquí se ha escuchado, la existencia de un criterio de salud, que le otorga direccionalidad, sentido a la tarea psicológica. Quizá su explicitación y desarrollo pueda ser mi aporte a la definición del "para qué" del psicólogo Social.

Plantearé aquí, algunas ideas trabajadas con Enrique Pichón Riviere a comienzos de la década del '70, y que han sido para mi desde ese momento, objeto de permanente reflexión. Decíamos entonces que toda definición, todo criterio de salud y enfermedad no incluye sólo una concepción del psiquismo y de la conducta. Va más allá, ya que se funda explícita o implícitamente en una concepción del hombre y del mundo, del orden social e histórico y conlleva un proyecto de sociedad, de vida. Si el hombre puede ser caracterizado como un ser de necesidades, que sólo se satisfacen socialmente en relaciones que lo determinan, no habiendo en él nada que no sea la resultante de la interacción entre individuos, grupos y clases; si entendemos al hombre como configurándose en una actividad transformadora de sí y del contexto, ese hombre es para nosotros, esencialmente el sujeto de la praxis, de la historia, el productor de la vida material, del orden social y el universo simbólico que lo alberga. desde ésta concepción de hombre, la elaboración de un criterio de salud significa el análisis de las formas concretas que toma esa relación fundante sujeto-mundo.

¿Qué investigamos entonces? Las posibilidades de éste sujeto para desarrollar esa acción transformadora, ese aprendizaje de lo real. Pero si lo que indagamos es una relación, nuestra mirada no focalizará sólo a uno de ls términos, no se centrará sólo en el sujeto, analizaremos también sus condiciones de existencia, evaluando hasta que punto esas condiciones concretas favorecen u obstaculizan esa dialéctica, ese aprendizaje. De allí que nuestra mirada se centre también en el orden social.

La salud mental consiste entonces en una adaptación activa, en un aprendizaje, en la visualización y resolución de las contradicciones internas y las que emergen de esa relación sujeto-mundo. Hablamos de adpatación activa, de aprendizaje. ¿Cómo lo entendemos? Cómo una relación con la realidad en la que hay apropiación y transformación: "apropiación instrumental de la realidad para transformarla" (E. Pichón Riviere).

Por eso la pregunta que hoy nos convoca, Psicólogos Sociales ¿para qué?, tiene para mi, resonancias de una historia reciente. Historia desvastada, silenciada y que creo imprescindible rescatar, porque nuestro pueblo sigue luchando por su liberación y porque sigue planteado el interrogante de nuestro lugar en esa lucha.
Fue entonces, en ese contexto socio-político de los años 70 cuando a partir del retrabajo del concepto de necesidad, de la concepción del sujeto como ser histórico, incluimos con Enrique Pichón-Rivière el concepto de conciencia critica en la elaboración del criterio de adaptación.
Definimos entonces como conciencia crítica al “reconocimiento de las necesidades propias y las de la comunidad a la que se pertenece, conocimiento que va acompañado de la estructuración de vínculos y desarrollo de tareas que permitan resolver esas necesidades”. La conciencia crítica es una forma de vinculación con lo real que implica la superación de ilusiones acerca de la propia citación, como sujeto, como grupo, como pueblo. Esto se logra, como lo señala Marx, en un proceso de transformación, en una praxis que modifica situaciones que necesitan de la ficción para ser toleradas. Esta concepción, de hecho, incluye la práctica política en su sentido mas amplio, dentro del criterio de adaptación activa. De allí que el rol del psicólogo social sea el de promover el protagonismo de los sujetos. Configurar, en un vínculo con otros, espacios en los que sea posible a esos sujetos acceder a su propia necesidad, conocerla, apropiarse de ella y darse la posibilidad de satisfacerla.
Hablamos de conciencia crítica. Como psicólogos sociales, como trabajadores de la salud mental estamos obligados a lograr esa lectura de la realidad, a lograr el reconocimiento de nuestra verdadera situación en términos de salud. Y ¿cuál es esa citación? El Estado es un instrumento de las clases dominantes. La organización social de la salud, en lo tanto parte del Estado, no es ajena a esa función de dominación. Frente a esa organización de la salud, frente a las normas vigentes de lo sano y lo enfermo, que condensan la ideología dominante, frente a las instituciones que expresan los intereses de esas clases la pregunta es, como se ha señalado acá: salud para quiènes. La respuesta: salud para el pueblo. Y para que esto pueda darse, el psicólogo social debe trabajar en el replanteo de la organización social de la salud. Salud para el pueblo implica salud por el pueblo. Con esto se identifica la promoción del protagonismo, de la conciencia critica, del desarrollo de nuevas formas de organizacion de la salud y distintos aspectos de la vida comunitaria.
Y esto requiere de nosotros no solo que conozcamos a ese pueblo y sus necesidades. Significa que encaremos nuestro trabajo como una tarea colectiva, en una unidad del enseñar y el aprender. Requiere de nosotros una transformación ideológica profunda, que implica la certeza, la convicción de que es el pueblo el sujeto de la conciencia critica y de la historia. Para poder cumplir nuestro rol sosteniendo como técnicos espacios para el protagonismo y el reconocimiento de la necesidad es preciso, como actitud psicológica, el abandono de las f fantasías narcisisticas y mesiánicas de la hazaña personal y creer honda y consecuentemente en el trabajo colectivo, en la infinita creatividad, potencialidad y riqueza de la tarea grupal, institucional y comunitaria. Solo así podremos dejar atrás las palabras y pasar a la acción transformadora.